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Alternancia y abstencionismo | Víctor Alejandro Espinoza

by Alberto Gómez C.

Transiciones

 A reserva de conocer los resultados definitivos una vez que concluyan los cómputos distritales, los datos preliminares nos obligan a algunas reflexiones sobre los saldos de las elecciones de gobernador, alcaldes y diputados en Baja California. Las dos palabras clave que definen los comicios de este domingo 2 de junio sin duda son: alternancia y abstención.

Concluye una etapa política después de 3 décadas de gobiernos panistas. No es una noticia menor. Se trataba del gobierno más longevo después de una primera alternancia que estaba en manos del PAN, pues desde 1989 habían sido electos 5 gobernadores de forma consecutiva (aunque fueron 6 los ejecutivos panistas por la muerte a mitad de su sexenio de Héctor Terán Terán). En 1989 ganó Ernesto Ruffo Appel y desde entonces el PAN logró refrendar ese triunfo hasta este domingo último. Mediante una estrategia bien delineada, a través de la estructura gubernamental los diferentes funcionarios “apadrinaban” secciones electorales y contactaban con los liderazgos comunitarios, para a través de los programas y recursos gubernamentales  canalizar recursos para ganar adeptos y votos.

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Para este proceso electoral la estrategia cambió. El candidato a gobernador Óscar Vega Marín no pertenece al grupo político del gobernador Francisco Kiko Vega; por el contrario es allegado a Felipe Calderón y a su esposa Margarita Zavala. Evidentemente hubo un distanciamiento entre candidato y gobernador que le restó apoyos y votos a Vega Marín. Según el Programa de Resultados Preliminares el candidato del PAN se situó en segundo lugar con el 23.14% de los votos, cuando en la elección anterior el gobernador que termina recibió el 46.99% de los sufragios.

La alianza encabezada por MORENA (Transformemos, PT y PVEM) “Juntos Haremos Historia por Baja California”, ganó todos los cargos en disputa: gubernatura, 5 alcaldías y 17 diputaciones de mayoría relativa; se repitieron los triunfos de la elección federal de 2018. Jaime Bonilla Valdez, el próximo gobernador, recibió el 50.38% de los votos, una diferencia de 27% respecto al candidato panista. El tercer lugar fue para el candidato del PRD, Jaime Martínez Veloz con el 8.50%.

El triunfo de la coalición encabezada por MORENA se dio con una bajísima participación ciudadana. Se trata de las cifras de abstención más altas en la historia política de la entidad. El promedio de participación fue de 29%, o si se prefiere, 71% de ausencia en las urnas. Fue en 2010 cuando la elección de alcaldes alcanzó el 68.28% que era el registro más alto. En esta ocasión, la misma elección de alcaldías alcanzó el 70.07%.

A partir de 1995, el abstencionismo adquirió carta de naturalización en Baja California. El promedio hasta 2018 fue del 65%, o si se quiere la participación en las urnas fue de 35%. Desde luego que en elecciones presidenciales los porcentajes de participación aumentan pero siempre situándose por debajo de la media nacional, aunque me centro en elecciones locales. Hay quien atribuye estas cifras al fenómeno migratorio; con ser importante no logra explicar el grueso de la abstención. Mi hipótesis es que hay una ciudadanía de “baja intensidad” que no participa a partir de una concepción equivocada de la vida política como sinónimo del lugar de la transa, de la corrupción, del hartazgo. “Todos son lo mismo”, afirman sobre la clase política. Asumen una actitud pasiva por desconocimiento, mala información y comodidad. “No voto pues siempre son los mismos”. Son free riders, que luego se quejan del mal gobierno. No se organizan para nada, no pertenecen a nada y no participan. No fueron educados en valores democráticos y dejan en manos de unos pocos las decisiones. Sí, gran parte de la responsabilidad por la ausencia en las urnas es de los políticos (partidos políticos, políticos profesionales y malos gobiernos), pero hay que asumir una corresponsabilidad ciudadana. El sistema educativo no ha podido formar ciudadanía; así convenía a los intereses de quienes detentaban el poder. Hoy requerimos una ciudadanía informada, crítica y participativa. La democracia política lo exige.

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