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LA NOCHE DE LOS NAHUALES || Benjamín M. Ramírez

by Redacción Pulso Ciudadano

Del senador que zumba y la ley anti-memes a la sentencia pírrica a JAVIDU con sus 9 años de prisión. 

 

“Sólo Veracruz es bello”: fueron las palabras pronunciadas por Juan Pablo II en su visita al puerto de Veracruz el 7 de mayo de 1990 y en estas palabras no pudo vaticinar el derrotero que le deparaba a este hermoso estado con los gobiernos rapaces que lo han gobernado hasta hoy, y quizá, tampoco podría imaginar la incertidumbre que padecen ahora los millones de veracruzanos en esta tierra bendita.

 

Y es que en Veracruz todo puede ocurrir: desde las fosas clandestinas y los cientos de cadáveres que no han sido identificados, sin poder responsabilizar a nadie; hasta gobierno alguno que pueda dar una respuesta que mitigue el dolor de los que esperan. Veracruz es magia, dolor y esperanza.

 

Lo más grave en Veracruz es no obtener una respuesta satisfactoria que reconozca las graves situaciones por las que atraviesan sus ciudadanos.

 

En Veracruz no hay gobierno que pueda tener las riendas y sujetar el impasse que en seguridad, desempleo y corrupción han caracterizado a las administraciones locales en los últimos tres sexenios.

 

Lo irrisorio en suelo veracruzano es el hecho que los diputados locales de la LXIV legislatura del congreso en Veracruz aprobara con 40 votos a favor la denominada ley anti-memes, bajo la figura de acoso cibernético:

 

[…] para imponer de seis meses a dos años de prisión, y hasta cien días de trabajo a favor de la comunidad, a quien, utilizando cualquier medio de comunicación digital, difunda información lesiva o dolosa de otra persona, revelando, cediendo o transmitiendo una o más imágenes, grabaciones audiovisuales o textos, que dañen su reputación o su autoestima y le causen con ello afectación psicológica, familiar, laboral o en su entorno cotidiano.

 

Me pregunto si en el estado jarocho no existen otras situaciones más graves en las que se deba legislar para dar certeza jurídica al veracruzano agobiado por la incertidumbre, la falta de oportunidades, la inseguridad y la falta de justicia.

 

Y si esto sucede sólo en Veracruz, después de los intentos fallidos de las legislaturas locales en Sonora y San Luis Potosí, a nivel nacional la justicia ha dado otra muestra más del olor nauseabundo y putrefacto que lo ha caracterizado a lo largo de toda la historia.

 

La sentencia al ex gobernador Javier Duarte, además de ser una condena pírrica se convierte en sí misma, por sus visos y por sus fueros, en una soberana ofensa al pueblo que ha visto desfilar a través del prisma obnubilada de la transparencia, ceder a la tentación de pensar de que en este país lo único que trae una condena contundente a quien delinque, es su condición de pobreza o la falta de amigos influyentes en el poder o gozar del beneplácito de quien está arriba o que no cuenta con la bendición del altísimo.

Es en este país en donde se condena la pobreza y la ignorancia, la falta de oportunidades y la lucha por defender lo que en justicia corresponde. Es aquí, en este suelo patrio, donde la protesta, el ser estudiante u honrado te lleva al lastre del patíbulo como al peor de los delincuentes. No se vale tanto cinismo y desfachatez de la clase poderosa y gobernante, de jueces y litigantes.

 

En el caso de JAVIDU no prevaleció la justicia, que aunque ciega, siempre llega. No importó el desfalco a las arcas públicas, tampoco los crímenes que se registraron durante su sangriento sexenio, mucho menos los miles de desaparecidos o los ojos llenos de lágrimas de las madres que aún buscan a sus hijos.

 

Imperó, sí, el ser amigo y mecenas del actual mandatario federal. Prevalecieron los millones de pesos aportados y apartados del erario vía empresas fantasmas creados por una red de notarios a favor del ex mandatario veracruzano. Tampoco importó la fortuna amasada y aderezada con la frase “merezco abundancia” y que hoy se disfruta bajo el clima abrigador de Londres.

 

En este país no importa la ineficiencia ni la ineficacia del representante jurídico y social de la nación, la PGR, quien —a ojos visto— se da por sentado que favorece a la impunidad de quienes gozan del favor político del gobierno en turno.

 

La PGR atribuye a sus lentas y abyectas acciones a las “bondades de la ley” y a los grandes socavones al Nuevo Sistema de Justicia Penal Oral y Acusatorio. La única certeza es que la justicia, aparte de ciega, maniatada e inerte carece de un brazo ejecutor que garantice el pleno cumplimiento de la ley. Así lo resume el jurista Diego Valadés: “una invitación a delinquir”.

 

Y es por ello que el manto justiciero tampoco aplica para el senador que “zumba”: Ismael García Cabeza de Vaca, que protegido por la inmunidad del cargo que ostenta, y la inmundicia de sus acciones, no puede ser indiciado por sus acciones que pueden ser constitutivas de delito.

 

Así la justicia. Sólo alcanza al que no sabe correr o moverse en las aguas putrefactas de la corrupción, de la ilegalidad, del cinismo y de la impunidad. Es la ilegalidad nuestra de cada día.

 

En México nada pasa, la justicia carece de pies y manos, secuestrada por quienes se ostentan con los derechos plenipotenciarios de quienes todo lo pueden, por sí solos, o con el apoyo invaluable de amigos que te encuentras a lo largo del camino y que devolverán el favor tarde o temprano.

 

Javier Duarte dormirá tranquilo puesto que la suma irrisoria menor a los sesenta mil pesos constituye el pago de un desayuno, una comida o una parranda en cualquier antro veracruzano o menos. Y por su buena conducta, que será avalado por el alcaide del reclusorio, alcanzará la libertad en menos de tres años considerando los ya pasados en prisión antes de que se dicte la sentencia.

 

En el suelo jarocho aflora lo putrefacto, no de los miles de cadáveres y de desaparecidos, sino de la indolencia del juez que no ve delito grave en un JAVIDU que se ríe de quienes apelaron a un viso de justicia en la ingravidez y corrupto sistema de justicia mexicano. Sólo son “travesuras” de un gobernador obcecado en la frase de mejora: “Merezco abundancia”.

 

También nosotros, de justicia.

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