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La noche de los Nahuales

by Benjamín M. Ramírez
Benjamin

Agradezcamos a quien tengamos que agradecer. Llega el fin de un año, de una década, e inicia un nuevo período, entre claroscuros y nubarrones, entre esperanzas y traiciones, pero llegamos para transformar. 

 

¿Llegaremos a construir una nueva época? ¿Un nuevo tiempo? ¿Levantaremos una nueva cosecha? ¿Inauguraremos una nueva estación?

 

Sostiene Pepe Mujica, en el documental “El Pepe, una vida suprema” —de Emir Kusturica— que “a veces lo malo es bueno y a veces lo bueno es malo”, todo en el contexto de su estadía frente al gobierno del pueblo uruguayo y su experiencia como preso político, en “una noche de 12 años”

 

El expresidente uruguayo también afirma —en el documental, haber disminuido el índice de pobreza de 39 al 11% en nueve años— que “las mejoras económicas y materiales no son mejoras morales”. Recalca, Mujica, que durante su gobierno el índice de indigencia se redujo del 5% al 0.5%, alrededor de 20 mil familias, y se agrandó el universo educativo. 

 

Recomienda, asimismo,  que si los que eligen son las mayorías, “hay que vivir como viven las mayorías y no como vive la minoría”, […] “en la política hay que tratar de elegir, queridos compañeros, gente de corazón grande y bolsillo chico”. 

 

Rescato también un último pensamiento de Mujica en “El Pepe, una vida suprema”, que “no habrá humanidad mejor si no hay una transformación cultural”, y define a la cultura como “la cotidianidad de los valores con que nos movemos en la vida. Y eso es parte de la construcción de una sociedad mejor”.

 

Parafraseando al expresidente Mujica puedo afirmar  que las pequeñas acciones buenas no cambian al mundo pero se necesitan miles de ellas para cambiar al mundo.

 

¿Qué podemos aspirar en este nuevo año? ¿En esta nueva década? 

 

Todo y nada al mismo tiempo. 

 

Puedo iniciar con un rosario de buenas intenciones, de buenos y firmes propósitos, pero como se afirma en líneas anteriores, se trata de lograr una transformación cultural. Es la puesta en marcha, en la cotidianidad y la rutina diaria, de los valores con los que nos movemos en la vida.

 

Sin esta necesidad y el imperativo forzoso e ineludible de transformación, de cambio en los pequeños y nimios detalles de nuestra existencia, no podremos lograr una profunda y radical evolución del entorno nuestro.

No basta con quejarse de los males endémicos que afectan y golpean al país de forma dolorosa: las desapariciones forzosas, el índice delictivo que se incrementa, la corrupción que permea, incluso en los rincones más lejanos del país, y en las instituciones más loables del Estado. 

 

Exigir, sí. 

 

Dando muestra de compromiso y de trabajo compartido para contribuir en la construcción de un país que pueda ufanarse de la disminución de la pobreza, de la ampliación de la matrícula escolar, de poder avizorar una gota de esperanza. 

 

Las cifras de los feminicidios están al alza: Veracruz, con 152 decesos en 2019, constituyéndose el estado más peligroso para la mujer. Y ciudades como Monterrey, Culiacán, Ciudad Juárez, San Luis Potosí y Tijuana, son de las 13 ciudades más peligrosas para las mujeres en la frontera norte del país, mientras que Coatzacoalcos y el puerto de Veracruz, constituyen un corredor donde se ha cometido al menos una tercera parte de los feminicidios en el estado, según lo afirma la revista Proceso.

 

La gran agenda para todos los niveles de gobierno será: el combate a la inseguridad y sus consecuencias, la revisión de la idoneidad del nuevo sistema de justicia penal acusatorio, la tipificación de los delitos de alto impacto y que no son considerados graves, la persecución del delito de feminicidio con perspectiva de género, y la metamorfosis de la cultura de la corrupción en los impartidores de justicia, tal como lo pregona su titular, el magistrado Arturo Zaldívar, en aras de una verdadera cultura de la legalidad, la transparencia y la justicia para los menos favorecidos. 

 

Sin duda, 2020, será un año de retos, de enconos profundos sobre el estado que guarda la nación, pero es indispensable que cada uno cumpla con el rol que le corresponde en este teatro al aire libre que se llama vida. 

 

Termino mis deseos para el año venidero con unos fragmentos de la canción “Agárrate, Catalina. El viaje”, de Tabaré Cardozo, cuyo ritmo puede escuchar en cualquier plataforma. 

 

Segundos de felicidad y tres o cuatro lágrimas.

 

Sobrevivientes, naúfragos, inquilinos,

somos la sombra heroica de lo que fuimos.

Fuimos peleando tercos como pudimos

esta batalla inútil contra el destino.

 

Nada tuve, nada dejé:

mi pobreza ya me la gasté.

Si hoy tengo una flor en el ojal

es para dejarla en el final.

Y todo lo que fui,

lo dejo en el adiós,

viviendo en el lugar

de lo que soy.

 

Y lo que quise ser

detrás de este telón

apenas fue

una efímera ilusión.

 

Ya se encienden las luces del final.

Agradezco porque llegué hasta acá

escapando a la muerte en un camión,

en un camión que se va.

 

Un camión,

que se va,

la función,

el final.

 

Viaje que comienza,

viaje que termina,

en este tablado de la humanidad;

se termina el viaje

de la Catalina

y otro está por comenzar.

 

Augurándoles mis mejores deseos en las fiestas de Año Nuevo. Feliz Año Nuevo. Feliz 2020. Un fuerte abrazo, deseándoles un mejor lugar para vivir en paz. 

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