La idea de que la alimentación juega un papel crucial en la salud no es nueva, desde hace más de 2000 años Hipócrates de Cos decía “deja que la comida sea tu medicina, y la medicina sea tu comida”. Desde entonces, el estudio de la nutrición y ciencia de los alimentos ha ido avanzando, tanto que ahora podemos conocer miles de compuestos bioactivos que encontramos en los alimentos y que pueden jugar un papel benéfico a la salud. Si bien, muchos de estos compuestos como vitaminas, minerales, compuestos fenólicos, ácidos orgánicos, por mencionar algunos, pueden ayudar a mejorar la calidad de vida de personas con distintas enfermedades, es cierto que la nutrición funcional ejerce un mejor efecto para la prevención de enfermedades crónicas como el cáncer.
El cáncer se da cuando hay un error en células dañadas, que deberían de destruirse para ser reemplazadas por nuevas células, este proceso no ocurre, por el contrario, las células dañadas comienzan a dividirse de forma descontrolada hasta formar masas abundantes conocidas como tumores. Los tumores pueden ser benignos o malignos, los malignos son los que pueden ocasionar problemas, pues sus células pueden desprenderse y propagarse hacia otros tejidos, lo que ocasiona más tumoraciones, inflamación de estos tejidos y por consecuencia la pérdida de sus funciones, gradualmente esto podría causar la muerte.
El cáncer no es una sola enfermedad, puede afectar a diferentes tejidos, por ejemplo, el cáncer de mama, de próstata o de colon, y dependiendo de ello son los síntomas y afecciones que desencadenará. También se da por cambios dañinos (mutaciones) en los genes, puede ser posible que estos cambios provengan de nacimiento y entonces en esos casos puede estar asociado a herencia familiar, sin embargo, estas también pueden ser adquiridas a lo largo de la vida.
Una clave para ganar la batalla al cáncer radica en la detección oportuna, por ello es importante estar alerta si existen factores de riesgo como antecedentes familiares de cáncer, exposición a agentes radioactivos, agentes cancerígenos, fumar, alteraciones hormonales, falta de ejercicio, obesidad, algunos virus como el Virus del Papiloma Humano y la inflamación crónica. En el caso de la alimentación, los estudios no son concluyentes; sin embargo, sí se ha observado que algunos componentes de la dieta pueden estar asociados como un factor de riesgo para cáncer o como un elemento protector. A este respecto es importante aclarar que no es que el alimento sea el causante de cáncer o proteja por completo contra el cáncer, sino que más bien se ha estudiado cómo pueden incrementar o disminuir el riesgo para desarrollar algún tipo del mismo.
Hay algunos componentes de la dieta que se han asociado más a desarrollo de cáncer como el alcohol, las carnes rojas y procesadas, así como alimentos ultraprocesados (ricos en sodio, grasas y azúcares). Por otra parte, los principales alimentos que se pueden asociar a disminuir el riesgo de cáncer son los ricos en antioxidantes (frutas y verduras), grasas saludables como aguacate, nueces y almendras, omega-3, vitamina D y verduras crucíferas como brócoli y coles.
No existe como tal una dieta anticáncer, pues ya hemos comentado que el desarrollo de cáncer se da por mutaciones, sin embargo, una dieta saludable puede ayudar a disminuir considerablemente el riesgo.
Estas tres recomendaciones pueden ser de gran utilidad.
1. Se puede seguir una dieta que incluya todos los grupos de alimentos de forma variada y en la que se prefieran opciones naturales sobre los procesados, con abundantes frutas y verduras, esto ayudará a mantener un peso saludable, así como buenas condiciones metabólicas en nuestro cuerpo.
2. La inclusión también de cereales integrales, probióticos, alimentos fermentados y con alto contenido de fibra, asegurarán una regulación en las evacuaciones y buen mantenimiento de la microbiota.
3. Reducir o limitar el consumo de carnes rojas y procesadas, alimentos ricos en energía o azúcares y alcohol, esto disminuye el riesgo de daño celular y también impacta positivamente a la salud intestinal.
La dieta general de una persona tiene un mayor impacto en el riesgo de cáncer que cualquier alimento o ingrediente específico.