Magnicidio Electoral: traición, negociación y propaganda en la búsqueda del poder
LA NOCHE DE LOS NAHUALES
Benjamín M. Ramírez
En la encrucijada de la política contemporánea, en nuestro país, donde la competencia por el poder se vuelve cada vez más feroz, surgen estrategias que desafían las fronteras éticas y amenazan la integridad del proceso democrático. Uno de los fenómenos más intrigantes y polémicos de nuestro tiempo es el concepto del “Magnicidio Electoral”, una amalgama de traición política, negociación sin escrúpulos y propaganda maestra que busca desestabilizar el curso democrático para garantizar la victoria.
La traición política se manifiesta a menudo en alianzas cambiantes que buscan maximizar las posibilidades de éxito electoral. En el juego del “Magnicidio Electoral”, los leales de ayer pueden convertirse en traidores de hoy, y viceversa. Estos movimientos estratégicos, impulsados por la búsqueda implacable de poder, principalmente de aquellos que sin un asomo de vergüenza son capaces de brincar de un partido a que otro, a pesar de los principios partidistas rectores que defendieron, incluso a manotazos, postulados que juraron defender, y que de la noche a la mañana desaparecen en la animosidad de quien los enarbolaba como bandera en el campo de la batalla electoral.
Así, con base en lo anteriormente expresado, estos reacomodos que socavan la confianza de los ciudadanos en sus líderes y debilitan los cimientos de la democracia constituyen un peligroso alarde de rejuego político que en nada abonan a un desgastado juego democrático donde los de siempre mantienen la pelota dominada en su cancha de juego.
Solamente a partir de todo lo anterior y desde esta perspectiva es posible comprender el sacrificio del “joven” Máynez de MC, cuya inmolación, acuciado por sus ansias desmedidas de continuar en los reflectores y negociaciones a futuro, lo llevan a ofrendar su prometedora carrera política con la finalidad de complacer el ego recalcitrante de la pareja neoleonesa, que con base en la percepción de las redes sociales pretenden conjugar el mito de Antonio y Cleopatra, desconociendo quizá, el final trágico de estos ambiciosos personajes.
Los bonos de Máynez han sido canjeados por la moneda devaluada de alguien que consiguió acaparar, en pocos días, los reflectores de los medios, —no la intención del voto—, como siempre he asegurado, las redes sociales no votan, mucho menos los millones de jóvenes que siguen en la ataraxia mediática.
Estoy seguro que con Máynez el registro de MC puede permanecer en vilo. Ecce Homo. He ahí, el hombre, he ahí el magnicidio prometedor de un político que inmolará su vida para que MC, Samuel, Dante y Alfaro, puedan resucitar al tercer día. Samuel, permanece chiquito; en su pequeñez y cobardía, en su ambición desmedida, impulsa a su compadre, a un sacrificio en vano. El sacrificio ya huele a traición, negociación y componenda.
Máynez en su inocencia o en un acuerdo soterrado recibe la estafeta de su compadre, para suplirlo en la piedra de los sacrificios. Quizá Máynez no lo sabe, pero su vida política ya va rumbo al patíbulo.
La negociación, en su forma más pura, es una herramienta esencial para la construcción de consensos y la resolución de conflictos. Sin embargo, en el contexto del “Magnicidio Electoral”, la negociación se convierte en una danza peligrosa donde los intereses personales prevalecen sobre el bienestar colectivo. Promesas incumplidas, acuerdos secretos y traiciones calculadas caracterizan estas negociaciones despiadadas que buscan asegurar el apoyo necesario para alcanzar la victoria.
La propaganda, una herramienta clave en cualquier campaña política, se convierte en un arma letal en el juego del “Magnicidio Electoral”. La creación de narrativas distorsionadas, la difusión de noticias falsas y la manipulación de la opinión pública son tácticas utilizadas para desacreditar a los oponentes y generar un clima de desconfianza en el proceso democrático. La verdad se convierte en una víctima colateral en la búsqueda desesperada del poder. Todo lo anterior justifica las provocaciones, retos y bravatas, porque el fin es permanecer en la animosidad de la opinión pública.
El “Magnicidio Electoral” plantea una amenaza significativa para la democracia y la estabilidad política. En este escenario, es crucial que los ciudadanos estén alerta, críticos y comprometidos con la verdad. La responsabilidad recae en la sociedad para exigir transparencia, honestidad y ética en el proceso político.
La ambición desmedida pone en riesgo los principios fundamentales de la democracia. La traición, la negociación sin escrúpulos y la propaganda desenfrenada son los ingredientes de esta peligrosa receta política. Sólo mediante la participación ciudadana activa y la defensa de los valores democráticos se puede contrarrestar este fenómeno y preservar la integridad de nuestros sistemas políticos, realizable en la leyenda o el mito de la democracia.
VATICINIOS Y NARRATIVAS PROPIAS DE LA FICCIÓN
En las entrañas de la política, donde las alianzas son frágiles y las lealtades cambian como el viento, se gestaba la historia que cambiaría el curso de una nación. Era un pacto entre tres fuerzas aparentemente invencibles, destinado a transformar el panorama político. Sin embargo, la ambición y la traición conspiraron para teñir de oscuridad la historia.
En la antesala de la contienda electoral, los líderes de los partidos rojos, blancos – azules y amarillos, construyeron una alianza, sellaron un acuerdo que prometía un futuro promisorio para la nación. Acordaron compartir recursos, estrategias y, sobre todo, el anhelo de un cambio positivo transmutado en ganancias económicas para las instituciones políticas involucradas. Los discursos resonaban con la esperanza de un país renovado, unido por un compromiso común.
Sin embargo, en las sombras de las negociaciones secretas, se gestaba una traición que amenazaría con destruir el tejido mismo de la democracia. El líder de los blancos – azules, desafiando la integridad del pacto, conspiró gritando en silencio, con fuerzas, para difundir información crucial que habría de cambiar el destino de la contienda. La información de los acuerdos era su seguro, oxígeno vital que resucita el discurso mediático. El sacrificio fue en vano. Perdió en todos los sentidos.
La traición se materializó de manera brutal cuando, a pocos días del cierre de las precampañas, una filtración estratégica reveló la maquinaria de corrupción, de componendas, de acuerdos soterrados, orquestada por el líder de los rojos y de los blancos – azules. La prueba era abrumadora, y la confianza depositada en la alianza se desmoronó. El escándalo se propagó como fuego en un bosque seco, consumiendo la credibilidad de los tres partidos y sumiendo a sus correligionarios en un estado de incredulidad, de rechazo y condena.
La lección aprendida fue amarga: en la arena política, donde los pactos son moneda corriente, la confianza es tan frágil como un cristal, y su quiebre puede desencadenar una catástrofe que resuene a lo largo de las generaciones.
La alianza entre rojos, amarillos y blancos – azules seguirá y sellará su destino en una debacle esperada, ansiada y desde hace mucho tiempo anunciada. La candidata no perderá en los debates, con su incapacidad para argumentar, improvisar, sin comunicación efectiva y negociación, perderá porque la designaron para la derrota.
Finalizo esta entrega con una pregunta: ¿qué sentido tiene el sufrimiento del pueblo palestino —niños y niñas, mujeres y personas de la tercera edad—? Sin agua, sin combustibles, sin hospitales, sin hogar, sin esperanzas, con las condiciones climáticas en contra, con la indiferencia del mundo que no ve en la cifra de muertes un genocidio, limpieza racial y crímenes de lesa humanidad.
Una indiferencia que provoca arcadas, vergüenza y desasosiego: una humanidad deshumanizada y deshumanizante.
Que acabe el exterminio, el dolor y la desesperanza.