Una reforma electoral necesaria II
Hay dos aspectos centrales de la futura reforma político-electoral que considero habrá que discutir a fondo dada la trascendencia para la vida pública nacional. Se trata de la representación proporcional (RP) en el Congreso de la Unión y en los congresos locales y el proceso de designación del Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE). Esto último lo abordaré en una próxima colaboración.
Como acontece con otros temas, en el caso de la RP, la discusión se ha polarizado. Priva una visión dicotómica en la que se sostiene que o bien debe desaparecer o debería permanecer inalterable. En el primer caso, los argumentos a favor de desaparecer la RP giran en torno a cuatro argumentos básicos: la RP es innecesaria, los representantes son muy caros, ocupan el cargo sin hacer campaña y la mayoría son impresentables. Efectivamente se afirma que como son muchos (200 diputados y 32 senadores) son muy caros y como no hacen nada, son prescindibles. “No hacen campaña y nadie vota por ellos”. Y sí, son impresentables pues muchos no tienen formación profesional, son actores o deportistas profesionales o conocidos por su actividad en la farándula. Efectivamente, muchos son indefendibles.
Desde la trinchera de quienes están en contra de la desaparición de la RP, en primer lugar, se alude a sus orígenes: la RP de diputados se introdujo en la reforma electoral de 1997 y la de senadores en 1996. El objetivo fue romper con la hegemonía del PRI y dar voz, aunque controlada, a las minorías. La deformación vino después, pero el origen fue fundamental para ir construyendo el pluralismo en el Congreso. Habría que decir que efectivamente, así como hay personajes impresentables que integran las listas de RP y ocupan una curul, también hay quienes llegaron al Congreso por medio de la vía de mayoría relativa (MR), y son igualmente indefendibles. Es decir, la MR no exime a los partidos políticos de su responsabilidad de postular a personajes muy cuestionables.
Considero que desaparecer la RP se traduciría en un sistema de representación política que limitaría el pluralismo en los congresos y que podría configurar un sistema bipartidista o tripartidista. Si el principal argumento en contra de la RP es el costo económico, se podrían revisar las condiciones laborales de todos los diputados y senadores. Salarios y prestaciones, así como gastos de representación, que pueden ser reducidos sin afectar sus actividades. Los recursos que reciben por presidir comisiones son ofensivos. Además, se podrían revisar sus funciones y circunscribir su trabajo al proceso legislativo. La gestoría se presta para el activismo político y los recursos canalizados son en la mayoría de los casos prescindibles.
Considero que se debería asimismo revisar la reelección en los congresos. Creo que una evaluación a lo sucedido en esta materia a nivel federal y local en el reciente proceso electoral sería necesaria y mostraría una gran inconformidad social que tiene que ver con nuestra historia y con las trabas y circunstancias que tienen lugar al interior de los partidos políticos. Ameritaría este tema una reflexión aparte.
El consejero del INE, Uuc-Kib Espadas Ancona, propuso hace cuatro años (3/03/2017) lo siguiente: “La solución más práctica al problema de percepción sobre la votación de los pluris es muy simple: hay que volver a votar en dos boletas, de forma que cada elector sepa exactamente por quién sufragó, y los partidos se vean obligados a postular candidatos presentables para esos cargos (https://sipse.com/opinion/mitos-pluris1-columna-uuc-kib-espadas-ancona-244906.html). En lo que sí hay consenso por ser un verdadero contrasentido (son representantes de las entidades y no como los diputados: de la Nación) es la desaparición de la RP en el Senado. Se trata de 32 senadores que no representan a estados específicos.
Otra posibilidad respecto a la RP en la Cámara de Diputados sería reflexionar en torno a que por esta vía se integraran los mejores perdedores. Es decir, desaparecer las listas de partidos y que los mejores segundos lugares llegaran a los congresos. Sin embargo, en estados bipartidistas sería muy posible que se perdiera el pluralismo y se fomentara el bi o tripartidismo. Hay quienes para solucionar la visión dicotómica plantean una reducción moderada de los plurinominales. Esa sería una salida negociada para evitar daños mayores al sistema de representación plural.