UN MINUTO PARA EL ABSURDO O LA IGLESIA APERGOLLADA POR LA OLIGARQUÍA
Por Benjamín M. Ramírez
«Ese hombre no dice más que cosas absurdas», dijo el visitante tras oír hablar al Maestro. «Tú también dirías cosas absurdas -le dijo un discípulo- si trataras de expresar lo Inexpresable». Cuando el visitante tuvo ocasión de decírselo al propio Maestro en persona, éste se limitó a replicarle: «Nadie está libre de decir cosas absurdas. Lo malo es decirlas en tono solemne».
MELLO, ANTHONY DE. Un minuto para el absurdo, Sal Terrae.
No hablaré del magnífico material recopilado por el sacerdote jesuita Anthony de Mello en su obra póstuma: “Un minuto para el absurdo”. Todo lo que hacemos o decimos puede ser absurdo. He aquí, el asunto central.
Hace unos días el pleno de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión guardó un minuto de silencio por el homicidio de los sacerdotes jesuitas registrados en la comunidad de Cerocahui, en la Sierra Tarahumara de Chihuahua. También guardaron silencio por los fallecidos a raíz del terremoto en Afganistán.
Recién el Presidente de la Suprema Corte de Justicia, el ministro Arturo Zaldívar declaró que “México no debe tolerar un feminicidio más”, que se debe acabar con el drama de los feminicidios y exhortó a realizar una reflexión sobre este flagelo, que tiene su anclaje en la cultura machista, que se multiplica y que queda impune.
Hace unos días, el pasado domingo, la Iglesia urgió al presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, a revisar y cambiar el plan de seguridad. “Somos testigos de tantísima violencia algo no está funcionando y estamos invitando a reflexionar y tomar una nueva dirección”, manifestó el obispo Ramón Castro, secretario general de la CEM.
Ante la declaración de la Conferencia del Episcopado Mexicano el Presidente de la República respondió a las críticas que se desencadenaron al interior de la jerarquía eclesiástica a raíz del asesinato de los dos religiosos jesuitas en la Sierra Tarahumara, llamando a la iglesia apergollada por la oligarquía. López Obrador acusó a la iglesia de haber guardado silencio cuando el Estado Mexicano reprimía, asesinaba y cómo remataban a los heridos.
Lo cierto es que algo no se está haciendo bien. En voz del Secretario de la CEM: “algo no está funcionando”. Hasta el prelado de Tijuana, monseñor Francisco Moreno, urgió al Secretario de Gobernación a una estrategia y un compromiso de ciudadanos e instituciones para acabar con la inseguridad que se vive en México.
Tijuana, en las últimas horas, registra dos homicidios por hora, 176 muertes violentas en lo que va de junio, cerca de los 900 homicidios en lo que va del año; 48 asesinatos durante el pasado fin de semana.
Tan absurdo lo absurdo.
Los legisladores deberían revisar, adaptar las leyes para que éstas cumplan con su naturaleza, revisarlas y perfeccionarlas de tal modo que ningún delito quede impune. Imagine que la ley no está debidamente estructurada en su cometido, pero es mejor tener una ley defectuosa a no tenerla. O castigar a quienes la pervierten, la adulteran o prostituyen. Esa es la encomienda constitucional de los legisladores, la de legislar, crear leyes, para lograr los equilibrios que la sociedad necesita de manera urgente.
Luego está el cometido de la Suprema Corte de Justicia y los dichos de su Presidente, el ministro Zaldívar: lo cierto es que la justicia no es más que una quimera y, la impunidad, una triste realidad. Los delitos seguirán a la alza porque no existe un aparato de justicia capaz para hacer frente a quienes delinquen y que aún se ufanan del mal que le causan a la sociedad. Ni siquiera hace falta el aumentar la penalidad de los delitos, sólo es necesario que el que delinque sepa que no se saldrá con la suya, que todo el peso de la ley y el Estado estarán en su contra.
El Presidente de la República, en lugar de llamar a la jerarquía eclesiástica apergollada por la oligarquía pudo reconocer que efectivamente la estrategia de seguridad implementada por su gobierno y ejecutada por sus colaboradores no ha dado resultado. En este punto quiero hacer hincapié de una entrevista que me concediera, el extinto Monseñor Carlos Talavera, en la que el prelado pugnaba para que en México reinara la paz y la justicia y se evitara la muerte del inocente.
Es cierto que algunos sectores de los prelados mexicanos viven como auténticos príncipes medievales, también lo es que muchos religiosos viven los votos de pobreza, al límite, y me consta. Trabajar en la promoción humana, en el ámbito educativo, creando e incentivando a las comunidades de base, con la intención de construir o reconstruir a la persona, son labores que difícilmente lograría el Estado laico. Y es por ello que muchos religiosos y personas consagradas han perdido la vida, han enfrentado la difamación y la incomprensión de sus propios hermanos en la fe.
Lo cierto es que algo no está funcionando bien. Y se constata con el número de víctimas que se registran a lo largo y ancho del país. Que la sangre baña a diario con su cuota de muerte a las familias y entierra todo atisbo de esperanza.
La impunidad ha profundizado sus raíces. Y ello se lo debemos a los aparatos de justicia. Si existe el delito es porque quien delinque sabe perfectamente que no será perseguido o que podrá burlar a la justicia. Miles de delitos no son denunciados, los que son denunciados no se les persigue y a los que se les persigue no son se les castiga, y los castigados reciben una penalidad ínfima, de risa.
Un minuto para el absurdo.
Que un mitrado sea detenido en un retén de civiles armados.
Una institución de seguridad social, IMSS, no responde a la sociedad a pesar de las cifras que indica su titular.
Que los médicos prestadores del servicio social se juegan la vida al ser ubicados en zonas de alto riesgo, que los residentes tienen que trabajar con un horario inhumano hasta de 36 a 72 horas corridas, sin devengar un salario digno.
Que sin los residentes de los hospitales públicos o prestadores del servicio social en zonas alejadas, el sistema de salud en el país se vendría abajo.
Que un decreto estatal para que los concesionarios del transporte público en Baja California no paguen tenencia, placas, tarjeta de circulación o licencia de conducir, cuando en justicia, todos los ciudadanos merecen lo mismo.
Que es mejor jugar beisbol mientras el país muere en el fragor de la violencia.
Que la titular de la SEP indique una ampliación del periodo escolar cuando la cantidad de días laborados no implica necesariamente un impacto positivo en el aprendizaje. Muchos docentes trabajan en condiciones infrahumanas.
Que los alumnos, en escuelas públicas, obtengan la calificación mínima sin haber entregado una sola actividad.
Que no se exija la renuncia de Alfredo del Mazo cuando en el EDOMEX se comete el mayor número de feminicidios. A nivel nacional, 11 diarios.
Que ahora sean los ratones quienes persigan y ultimen al gato.
Que este país necesita un grito de esperanza.