LA ERA DE LA REPÚBLICA DEL TERROR O EL GIGANTE TIENE MIEDO.
Es el imperio y lo somete todo. Desde Alejandro Magno, hasta Mussolini, Amín, Pinochet o Hussein, incluyendo a otros dictadores caídos o vivos. Todos apelan al terror, al control, al estado de sitio, a la creación de un enemigo y el uso irrefrenable de la violencia.
No se trata de un individuo sino de una ideología, de una doctrina, de una política de Estado que subyace en las más obscuras ambiciones de grupos o de una élite. Así se gobierna en la República del miedo, pero tampoco se trata de la obra de Kanan Makiya.
Tampoco se trata de la serie documental de NatGeo ex professo para adoctrinar y alinear al pensamiento acorde a la doctrina Monroe. Para los fines siempre económicos, hegemónicos e imperiales del país de las barras y las estrellas, todo lo que no está acorde ad rem, constituye per se, al enemigo que se necesita para la instauración in situ de una dictadura de jure.
A pocas horas del término de una era y el comienzo de otra: nihil nove sub sole, —nada nuevo bajo el sol—, no existen diferencias radicales, ni las habrá en un futuro. América para los americanos, reza Monroe. Un conservador se animó a romper las reglas del status quo tratando de imponer el dicho latino divide et impera, divide y vencerás, al no reconocer las reglas del establishment.
El presidente se va, pero se queda, como lo expresara el inolvidable S.S. Juan Pablo II, en su última visita a México, me voy, pero no me voy. Ahora, el ex – presidente, dependiendo del juicio, se convertirá en un perseguido, en un enemigo al que se hostiga y se juzga, bajo un clima de asedio, de sitio, en un verdadero estado de terrorismo doméstico.
Jamás imaginé, una situación de desconfianza en el país garante de la libertad y de la democracia, de la justicia y el derecho, de los sueños y de la muerte.
Hoy el gigante tiene miedo, de la insurrección, de la secesión y añora una transición pacífica, sin cortapisas ni contratiempos, para que ello suceda coloca vallas, muros, convoca a la guardia nacional, sitia a las capitales que constituyen —latu sensu, en sentido estricto—, una amenaza para el régimen, incapaz de contener a través de sus aparatos de inteligencia —FBI y CIA— una rebelión a fuerza de twittazos. Hasta el último segundo de su mandato, Trump tiene poderes plenipotenciarios.
Nadie escapa a sus hechizos. Desde sus atractivos parques de aventuras hasta los legendarios pasajes del viejo oeste, sus montañas y sus desiertos, constituyen contradictoriamente vida y muerte. Es por ello que me asombran los comentarios de los analistas que desde México, bajo sus fórmulas anquilosadas y vetustas, y siempre, desde su miope perspectiva mexicanizada, amonestan la prodigiosa y aceitada maquinaria imperial, que destruye todo en su afán de una ficticia redención.
Me asombró aún más, cuando a B. Obama se le otorgó el Nobel de la Paz y haya sido el presidente que gobernara sus dos periodos en guerra. Eso sí ha sido, en sí mismo, contradictorio, pero el imperio es impotente y omnipresente.
Quienes auguran un affaire Biden – AMLO le apuestan a que nuestro país siga dependiendo del resfriado en el imperio y que México siga siendo el patio trasero. Por lo pronto seremos la inmensa puerta giratoria de un éxodo sin Moisés.
El imperio creará a nuevos enemigos, los erigirá con su omnipotencia, empleará la propaganda, el terror, el caos, a la inteligencia, al estado de sitio, a la violencia imparable y al adoctrinamiento con el lavado cerebral.
Todo estará bien, por orden del establishment, como en “Un mundo feliz”, de A. Huxley, o el Apartheid y Mandela, en la dictadura de Pinochet o Amín, Garaje Olimpo, en Chile o la guerra civil en los Balcanes. Queda todavía el Estado Islámico o Kim Jong-un, o empezará a lidiar el terror que ya tiene en casa, porque la dictadura siempre tendrá un enemigo al que deberá combatir.
El gigante tiene miedo, porque si siembras tormentas cosechas tempestades.
Quiero concluir esta entrega y sumarme a las legítimas protestas del personal de salud, a quienes no les ha llegado pago, bono o prestación alguna a raíz de su contrato forzoso en tiempos de pandemia. No se vale dejar en el desamparo a quienes arriesgan la vida en la línea de fuego, desde la trinchera.
Han sido los trabajadores del Hospital General de Tijuana quienes demandan, y con justa razón, el pago de sus emolumentos y otras prestaciones que por ley les corresponde. Ojalá y los responsables de los dineros, los del gobierno, sean sensibles a esta petición, a lo largo y ancho de la República, y principalmente con los demandantes del Hospital General de Tijuana.