DE LA FACEBOOKARQUÍA Y LA TWITTERCRACIA: EL CAPITOLIO BAJO FUEGO O TERRORISMO INTERNO.
Ignoro si usted se ha topado con información falsa o que atente contra los buenos principios, la moral o las leyes en las redes sociales o si emplea algunos de estos medios para compartir dicha información, imágenes o videos con sus amigos o conocidos.
Imagine el uso que se da a las redes sociales para cometer cualquier tipo de ilícito, desde los más comunes hasta los de alto impacto. Grupos o páginas que de alguna manera rebasan los márgenes legales o que se empleen como vehículo para la práctica de determinadas conductas ilícitas, acciones constitutivas de delito o para la ejecución de las mismas. Estas acciones nadie las censura. Nadie las para, pasan, mientras no afecte la sensibilidad de las redes y sus intereses.
Me asombra la rapidez y la premura que tuvieron Twitter y Facebook para bloquear las cuentas del mandatario norteamericano en funciones —Donald Trump— ante el uso de sus cuentas para llamar a la rebelión y que sus seguidores perpetraron en el Capitolio en una intentona para frenar lo inevitable, con el resultado de varios decesos. Si pudieron con Trump, que no harán con cualquier otro mandatario.
No estoy de acuerdo con la ideología del mandatario Trump, pero puedo advertir un peligro en las acciones ejecutadas por las redes sociales en comento. No se vale y no se puede ni se debe permitir este tipo de censura. Cada quien es responsable de lo que expresa y de las consecuencias de sus ocurrencias o publicaciones.
No estoy de acuerdo con Trump, pero parafraseo a Voltaire: “Podré no estar de acuerdo con lo que publicas, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a publicarlo”. Sobre las repercusiones negativas o positivas de las publicaciones, se debe regular por las inexistentes leyes en donde prolifera el uso de estas nuevas formas de gobierno, el de las redes.
Quiero señalar que el censurar y eliminar las cuentas del mandatario más poderoso del mundo ha sido una osadía que se repetirá en cualquier parte del mundo en donde estas redes sociales cuentan con mayor aceptación. Nada podrá detener este poder de facto que ya ostentan Facebook y Twitter. Serán juez y parte, de lo que sí se debe publicar y de lo que se tiene que considerar nocivo para sus intereses empresariales o el de sus clientes.
Frente a una convocatoria para llevar a cabo el asalto al Capitolio los seguidores pudieron hacer uso de su libre albedrío, de su libertad y de sus convicciones. Nadie fue obligado a recibir porrazos o a ser reprimido con gases lacrimógenos y, en última instancia, a perder la vida. Puede existir la manipulación, pero hablamos del país garante de las democracias, del guardián y policía del mundo.
No se censura a Trump cuando aplica la doctrina Monroe, cuando despotricó su xenofobia en contra de los mexicanos, cuando decidió la invasión o el bloqueo a una nación, cuando conviene a los grandes corporativos mediáticos.
Me comentó una alumna —en su momento— que en China Facebook no funciona, está bloqueado y no cuenta con el beneplácito del gobierno para operar. Ni siquiera Google. En este país existen redes sociales controlados y censurados por el gobierno: una publicación, un mensaje o una idea, no debe rebasar lo permitido por el régimen. Por lo que tuvo la necesidad de descargar una red –de las autorizadas por la administración gubernamental— para estar en comunicación con sus contactos en México, y que también éstos estuvieron obligados a descargar dicha red social.
No sólo las redes sociales deben operar bajo el marco normativo de las leyes, en los supuestos planteados en el primer párrafo, sino también los grandes corporativos que ofrecen el servicio de navegación por Internet, tal como lo ha manifestado la canciller alemana, Ángela Merkel.
Merkel apunta a una regulación legislativa para el uso de las redes sociales y que ve en la eliminación de la cuenta de su homólogo norteamericano algo “problemático”. Probablemente Merkel ha visualizado la posición de poder que tienen las redes sociales al censurar lo que consideren peligroso o negativo, bajo sus contratos de aceptación.
Frente a estas acciones, rechazadas también por el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, se debe tomar con seriedad, la dictadura de las redes sociales que han estado muy atentas en cuanto a la publicación a lo relacionado con el COVID-19, incluyendo un motor de búsqueda para verificar la autenticidad y veracidad de la información. Lo que convierte a Facebook, de manera particular, en un poder por encima de los poderes del Estado, en cualquier parte del mundo.
Si una publicación no está apegada a los lineamientos establecidos en el contrato de aceptación expresado de forma unilateral por las redes sociales éstas te limitan, previa advertencia, te bloquean de manera temporal o permanente, porque simplemente rebasa lo que debe o no, publicarse.
No es necesario comentar lo fácil que debe ser para los grandes corporativos de la comunicación en línea tener tu ubicación de forma precisa, los dispositivos que usas, tus publicaciones, tu perfil mercadológico, tus necesidades y tus aspiraciones. Se han convertido en el Gran Hermano o en el Trump Show, parodiando al film The Truman Show. Por lo pronto, espero que no se presenten censuras o más ocurrencias frente a la posibilidad de la declaratoria de un Estado de Excepción.
Si las redes sociales ya exigen el uso del reconocimiento facial, dactilar o cualquier otro tipo de autenticación para acceder a ellas, porque no se ponen al servicio para la reconstrucción del tejido social, la disminución de la violencia o coadyuvar en la resolución de las grandes demandas sociales. Nada está oculto para las redes.
Somos prisioneros de las redes que elegimos, y con las que reclamamos libertad.