Tijuana. – Las emociones como el aburrimiento, tristeza, culpa, alegrías o incluso el miedo suelen desencadenar el hambre emocional, sostuvo Karla Melissa Martínez Lieras, especialista en psicología clínica, al destacar que si nos cuestionamos porqué comemos surgirán muchas razones que llevan a una persona a comer más allá de por tener hambre.
Con la conferencia virtual Hambre Emocional, la psicóloga Karla Martínez fue invitada a participar en el espacio de Vida Universitaria con alumnos de la Licenciatura en Nutrición y Dietética de la Universidad de Tijuana CUT, bajo la supervisión de la maestra Irma Esther Smith Olivas, Coordinadora de la citada carrera.
El 76 por ciento de la población mexicana presenta problemas de obesidad y sobrepeso mencionó Martínez Lieras, muchos piensan que esto se debe a la alimentación, al exceso de calorías, grasas y azucares, pero también plantea qué relación tiene el cómo me siento con la forma en cómo me alimento ya que “somos seres biosociales por lo que al final cómo yo me siento afecta mis relaciones sociales”.
Un claro ejemplo de lo anterior es cuando una persona enfrenta una situación familiar o un conflicto laboral y se siente frustrado, en lugar de canalizar ese estrés a través del ejercicio, lo más fácil es comer chocolate.
“El hambre emocional es cuando tratamos de satisfacer nuestras necesidades emocionales a través de la comida y comemos por esa razón en lugar de tener un hambre física, que es la necesidad de nutrir a nuestro cuerpo”, explica Karla Melissa Martínez.
El aburrimiento, soledad, estrés, ansiedad, tristeza, ira, enfado, miedo, depresión o baja autoestima son algunas emociones que llevan con más frecuencia a una persona a comer de forma impulsiva sin mirar las consecuencias. Aunque también opina que el comer por placer está asociado a un estado confortable con la comida.
El hambre real es una necesidad fisiológica que se sacia con la ingesta de cualquier alimento, “nos dice que necesitamos calorías, comida para sobrevivir, para tener energía”, pero cuando aparece de repente e incita a comer con urgencia, el sentir plenitud no basta para dejar de comer y causa culpa, entonces se enfrenta el hambre emocional.
En esta situación de pandemia se vive algo muy curioso comenta Karla Martínez, muchas personas presentan síntomas de comer todo el tiempo, lo que provoca el consumo de alimentos altos en azúcar, grasa y productos que despiertan el placer. Después piensan en ponerse a dieta, cuidan la forma en que se alimenta, con lo que enfrentan la prohibición, un momento de mucho control que -al mismo tiempo- genera descontrol, se convierte entonces en una obsesión. Son personas que piensan todo el día en la dieta, pero llega el fin de semana y se les olvida este compromiso y “se comen todo el refrí. Nunca se tomaron el tiempo para pensar de qué tengo hambre, cuál es mi necesidad de comer, y llega así la culpa. Es un ciclo muy común que se experimente al pasar por esta hambre emocional”.
Con este cambio de vida tan drástico -a raíz de la pandemia- surgirán trastornos mentales porque no estamos acostumbrados a vivir en confinamiento. De un día para otro nos quedamos en casa, empezamos a contactar hacia adentro, con los pendientes y fantasmas.
Este tiempo, aseguró Martínez Lieras es una oportunidad que debe ser aprovechada “para contactar con nosotros mismos, trabajar con asuntos pendientes, conectar con la familia y resolver con los miedos personales, de lo contrario la incertidumbre provocará más miedo y enfermedades”, finalizó.