En algunas lecturas realizadas aseguran que el componente del ADN del maíz es muy similar a la estructura de la cadena genética del hombre, lo confirma el Popol – Vuh, y lo revalida el consumo cotidiano en la dieta del mexicano —en México una persona consume en promedio entre 100 y 200 kilogramos de maíz por año y entre 50 y 90 kilos en tortillas— (MURRAY – TORTAROLO, 2018); somos hijos del maíz porque el maíz es subsistencia, vida y resistencia.
Parafraseando a Tortarolo (MURRAY – TORTAROLO, 2018) el maíz circula en nuestra sangre, pero de esto a que un desinfectante como Lysol sea la panacea para destruir el virus del COVID-19 en nuestro cuerpo, dista mucho de lo que aseguran las escrituras sagradas de los mayas, según el Popol – Vuh.
Los efectos provocados por la reciente declaración emitida por el titular del ejecutivo en la nación vecina cimbraron las bases más superficiales de la comunidad científica internacional y del sentido común. Quizá Trump sabe de negocios, de inmobiliarias, de ropa y otros enseres asociadas a su riqueza que lo convierten no sólo en una persona inmensamente rica y presidente de la nación más poderosa del planeta sino en un líder de opinión cuya declaración puede encontrar eco en sus seguidores más acérrimos, pero no es una autoridad en materia de salud.
La pregunta obligada es ¿sí en la declaración trumpeana puede caber un atisbo de razón? Si agua, jabón o detergente pueden eliminar los virus y bacterias ¿por qué la comunidad científica no recurre al sentido común para encontrar un equilibro entre los componentes de la fórmula mágica que pueda aniquilar de una vez por todas la amenaza mundial que pesa sobre nuestros hombros, nuestro ánimo y, nuestra salud mental y corporal?
No dejo nada por sentado porque los corporativos asociados a la marca en cuestión ya emitieron una serie de declaraciones en el que exhortan a la población a no ingerir, consumir o suministrar Lysol bajo ninguna modalidad al interior del cuerpo humano para combatir al COVID-19. En pocas palabras, sostuvieron no hacerle caso ni creerle al presidente en su recomendación desatinada.
Como es de esperarse, inevitablemente surgieron detractores y defensores de la fórmula sugerida por quien rige los destinos de Norteamérica y del mundo entero.
Por lo pronto hay que seguir consumiendo las prescripciones de la abuela: el maíz en sus diferentes bondades, desde pozol, pinole, gorditas, huaraches, tortillas, tamales, garnachas, empanadas, atole, palomitas, panuchos, elotes cocidos, totopos, chilaquiles, pan de elote, tacos, quesadillas, y tostadas asegurando con ello el promedio de consumo en cada mexicano. Podemos morir de COVID-19 pero no de hambre.
Mientras exista una “gorda” en el comal, la subsistencia está garantizada porque la alimentación es la base de la supervivencia.
En otras ideas, surge la discrepancia con determinadas tiendas de conveniencia cuyos servicios no son esenciales, el caso de dos tiendas cuyas operaciones siguen dando de qué hablar. La pregunta es si operan bajo sendos amparos judiciales para que las autoridades de salud y de comercio no se atrevan siquiera a lanzarles un exhorto a suspender actividades tal como lo hicieran con las tiendas de construcción en las que me vi impedido a realizar una compra que por su naturaleza urgía.
La respuesta fue muy simple —el departamento está cerrado porque estamos en fase de contingencia.
Razones sobran para suponer las consecuencias catastróficas para las operaciones bursátiles y, en este mismo sentido, las ganancias aseguradas a corto y largo plazo de las tiendas comerciales en cuestión. La duda está es ¿dónde queda la autoridad municipal, estatal o federal para poner orden?
Que no sea la tienda de la esquina porque ahí sí, las autoridades se dan vuelo con el reglamento o las leyes en vigor, a tal grado de que los propietarios tienen que ofrecer sus servicios en la clandestinidad. Tabula rasa para todos.
En este mismo sentido, las tiendas de abonos han obligado a sus trabajadores a seguir laborando a pesar de las restricciones que existen en la materia, aduciendo los jefes de departamento que deben estar agradecidos por tener el empleo. Y así, los veo de casa en casa exigiendo ponerse al corriente con los créditos adquiridos.
Por cierto, en mi recorrido cotidiano para ir por las tortillas he visto a un sinnúmero de personas que no usan cubre-bocas, potencializando con ello el incremento en el número de muertos debido a la fase tres de la contingencia, asegurando con esta acción irrisoria un número mayor de víctimas mortales. Cuestión de que la autoridad municipal se imponga con todo el rigor de la ley para evitar la proliferación de puestos callejeros no esenciales para la subsistencia diaria.
Para concluir, exhorto a todas las autoridades educativas en sus diversos niveles, municipal, estatal y federal, a considerar que en los próximos ciclos escolares, en todos los niveles educativos se incluya una asignatura que se lleve bajo la modalidad “en línea”, pueden ser las tutorías, habilidades socioemociales, orientación vocacional o educativa, paraescolares, artísticas o cualquier otra que por su naturaleza y exigencias incluyan las habilidades en el uso de tecnologías educativas digitales: la SEP puede inventar o crear una nueva asignatura que no lleve un nombre rimbombante sino eficacia operativa para que Dios nos agarre confesados ante situaciones imprevistas como la contingencia actual de COVID-19.
La cosa es muy simple: que directivos, profesores, padres de familia y alumnos estén familiarizados con el uso de plataformas de manera efectiva.
De nada sirve cambiar los contenidos y los aprendizajes esperados de una plataforma a otra sin la adecuación planificada en el cómo hacerle o qué hacer para lograr los aprendizajes y el desarrollo de las competencias curriculares en tiempos del COVID-19 considerando toda la carga socio-emocional, económica, desgaste anímico y mental frente a situaciones familiares de los involucrados en el proceso educativo cuyas historias no llegarán nunca a la mesa del titular de la SEP.
Los padres atiborrados con tantas tareas qué realizar: atender a su familia, a la casa, a las actividades académicas y laborales, la salud y la estabilidad emocional ya no piden queso sino salir de la ratonera.
«— ¡No sé qué hacer! —Profirió un docente —yo tampoco, comenté. En el camino iremos inventando, creando y solucionando.
Tan desubicados están directivos, profesores, padres de familia y alumnos.
Elevo una plegaria para que los sindicatos, las autoridades educativas, en sus diversos niveles, doten del equipo necesario para que los docentes en las áreas rurales puedan desempeñar su trabajo de forma eficaz. Se gasta tanto en otros enseres no necesarios que será fácil entregar equipo de cómputo con conexión a red de banda ancha. La mismo petición para que los jóvenes, adolescentes o niños que no cuenten con su equipo de trabajo puedan tener las herramientas básicas para “trabajar en línea”.
Quizá mi petición sea desatinada en el sentido de que es necesario asegurar la supervivencia y que en lugar de aprendizajes y saberes esperados sea urgente sólo una despensa.