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Cuando salí al recreo el virus ya estaba ahí || La noche de los Nahuales

by Benjamín M. Ramírez
Benjamin

Notas al margen de un libro que nunca se escribió. 

 

No comprendía tantas horas de estudio autogestivo frente al monitor de la computadora personal, con la ansiedad, frustración y estrés que ello genera. Horas interminables de trabajo, incluso muy de madrugada. Tampoco fui tolerante cuando necesitaba hacer uso de “su computadora” y ver el terror en sus ojos que expresaban silenciosamente, —casi amenazante— “si lo apagas te mato”: es la modalidad de estudiar en línea, frente al impasible y frío monitor y un interminable historial de búsqueda en la red y una sed de dependencia infinita. 

 

«Ahí, nadie te enseña nada. Tú tienes que aprender, comenta ufana. Aparte de la creatividad debes tener disciplina, hábitos, saber administrar tus tiempos y paciencia. —Siempre aprendes algo nuevo, debes adaptarte y trabajar con todos los medios a tu alcance —remata. 

 

Hoy —después de cuatro años y medio— es abogada por la Universidad Abierta y a Distancia de México, auspiciada por la SEP y con reconocimiento de validez oficial, REVOE. Lamento no haber aprendido en su momento para administrar la tensión, el tedio y la frustración, situaciones muy diferentes en comparación a los de la escuela “normal”, ésa que no sólo funge como un medio de aprendizaje sino como un punto de fuga, de evasión y descanso. 

 

A todos nos agarró por sorpresa. Todo fue precipitado, lo vimos llegar lentamente y, de manera descarada, pensamos que era algo pasajero, —cuestión de días —dijo más de uno. El hartazgo y la desesperación empezarán a cobrar sus primeras víctimas.

 

Niños y padres de familia se miran unos a otros, en una eterna convivencia de sonidos mudos y de ríspidas conversaciones en monólogos interminables, donde la novedad del encierro pasará a la dura realidad de las ausencias de quienes aseguran estar presentes y la presión de los gastos que se acumulan de forma inexorable. 

 

Nadie estaba preparado o tenía contemplado acciones concretas para implementar ante esta situación inusual por la que atraviesa el planeta, pero no paro de aprender: de una plataforma a otra, de un servidor a otro, preparándome un rato para una sesión con el atrevimiento inconsciente de quien solo y de forma voluntaria se coloca la soga al cuello, ante la animadversión de propios  y extraños de quienes aún se muestran reacios al uso de las tecnologías y plataformas digitales usados ya en diversos campus del autoaprendizaje y en la búsqueda del conocimiento. 

 

Escucho la desesperación de los padres de familia que no saben qué hacer con sus vástagos en casa, la letanía interminable de mis propios pupilos que se quejan de “tanta” tarea que les dejan sus maestros, incluidas las mías. 

 

Quisiera imaginar, como lo presenta la serie de Discovery Channel, 2111, cómo será la educación, la vida, la alimentación dentro de unos cuantos años: se debe aplicar la capacidad de adaptación ante las circunstancias inéditas que presentan oportunidades de crecimiento y la superación de miedos añejos, el de ser creativo ante la adversidad y la ausencia del docente frente al pizarrón que, disperso, al igual que los alumnos, aún se muestra reticente a lo novedoso e imprevisible.

 

No. Ni las autoridades educativas ni los gobiernos tienen los rumbos definidos sobre el uso de las tecnologías apropiadas o de plataformas que cuenten con el suficientemente soporte ante la sobredemanda por el uso que hacen de ellas, tanto alumnos como maestros. 

 

Lo experimenté durante la aplicación de la evaluación del desempeño docente, años atrás, cuando la plataforma se saturaba ante una población reducida de profesores que desesperados esperaban las primeras horas de la madrugada para poder enviar una retahíla de trabajos para una evaluación que dejó de tener su validez académica al entrar en vigencia “la nueva escuela mexicana”, que ésa y las pistolas de Martín “El Lancero”, son la misma cosa. No se ven, ni se sienten.

 

Lo vivo constantemente en cada periodo parcial cuando el servidor se satura y no se logra realizar la captura de forma correcta y oportuna de las calificaciones de los estudiantes bajo mi cargo, contando para dirimir diferendos con un periodo de rectificación a posteriori.

 

Entonces, invertir en nuevas tecnologías supone una mala inversión, cuando las instituciones que saben responder a las demandas y quejas de sus usuarios son los que tuvieron la pericia de anticiparse a los hechos, de adaptarse a los cambios constantes de las exigencias de un mundo que no para de girar, renovándose y volviendo obsoleto lo que ayer apenas era novedad. 

 

Imagino el esfuerzo y el desaliento de los maestros que laboran en las zonas rurales sin conectividad a la red, ni teléfonos inteligentes, tan inteligentes que evalúan de forma automática cuantas evidencias reciba; con las carencias de los implementos más elementales sin considerar en ello, la necesidad de alimentos, caminos y techo.

 

Mi admiración y mi respeto inconmensurable para los arquitectos del conocimiento que, con pico y pala, pretenden encontrar y mostrar el conocimiento a sus educandos, a pesar de las limitantes del entorno. 

 

Concluyo con un rechazo enérgico a todas las intentonas de los gobiernos locales por decretar, —violentando el Estado de Derecho—, un presunto toque de queda: nadie debe ser molestado en su persona, ni en sus bienes; derecho al libre tránsito, sin necesidad de salvoconducto alguno, derecho a la salud, a la información veraz y oportuna.

 

Ojalá y con la misma pasión y determinación pusieran orden frente al virus de las balas que acaban con víctimas inocentes en cuestión de horas y en un número mayor que la pandemia que nos concierne. 

 

Hoy vi la desesperación de más de un trabajador, que ante la implacable necedad de quienes nos gobiernan, a nivel municipal, decretaron el cierre de operaciones a establecimientos de diversos giros comerciales, principalmente restaurantes.

 

En palabras sabias de mi madre, si no nos mata el virus, nos matará el hambre.

 

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