Después del lastre educativo, las reformas implementadas por el anterior sexenio, la redención de la labor docente en el sexenio actual y el posible aumento salarial a los maestros de las zonas rurales, antes denominadas zonas C, conviene rescatar aún la comparecencia del secretario de educación, Esteban Moctezuma, al referirse al huachicol en la educación, principalmente con la venta de plazas.
Probablemente el titular de la SEP sepa de los movimientos, a la vista de todos, sobre el manejo discrecional en el otorgamiento de plazas. Aún con todo examen de permanencia y del servicio profesional docente, —SPD, de la reforma de Enrique Peña Nieto—, la ordeña del presupuesto destinado a la educación es un hecho palpable.
No hablo del ofrecimiento de antaño de una plaza en zona A —antes los maestros peleaban por la rezonificación al cien por ciento— o del fraude que cometían los allegados al sindicato para favorecer a tal o cual recomendado, comento sobre el uso discrecional —incluso hoy— de los recursos, del otorgamiento de plazas, de horas o de estímulos, pasando por alto los lineamientos establecidos por la ley.
Si no contabas con la bendición azul, en el caso de Baja California, difícilmente podrías acceder a una mejora en tus condiciones laborales. Es por ello que urge una revisión exhaustiva en el sistema educativo nacional. Si bien es cierto que se han dado pasos, la verdad es que en educación, el sistema adolece de vicios ocultos que es necesario evidenciar. Porque en educación también persiste la pedagogía del huachicol, que podría resumir en el siguiente adagio:
¡Si no aprendes a robar hoy, difícilmente podrás robar mañana! O lo que es lo mismo: ¡No robes mañana lo que puedes robar hoy!
Y es por ello que se pueden disimular sorteos, rifas, un día por tu escuela o entrar en contubernio con la Honorable Sociedad de Padres de Familia, que dicho sea de paso, existen sociedades en donde sólo han robado poquito.
«—Ya nos gastamos el dinero, dijo él. —Sólo necesito que firmes para dejar constancia de que el recurso fue bien empleado. Era más de medio millón de pesos: unas cubetas de pintura y de impermeabilizante y unos cuantos pupitres fueron el justificante. Todo con factura en mano. Era evidente el sobreprecio.
No se puede hablar de mejoras en la educación si el papel preponderante del educador es el de ser un repetidor o facilitador del conocimiento, o un administrador del aprendizaje, labor que muchos compañeros de brega desempeñan y aman la labor y pugnan por hacerlo de la mejor manera.
Puedo dar testimonio vivo del trabajo de muchos docentes en las zonas rurales, hospedados en la casa del maestro, en la casa del estudiante o el albergue municipal. Compartiendo con sus alumnos una raquítica porción de frijoles y arroz como alimento de todo el día; enseñando con pasión y amor, creatividad y entrega, lo poco que se podía aprender en las condiciones paupérrimas, tanto de la escuela como en las propias características de la población rural.
A estos maestros de las zonas rurales se les pagaba menos. De darse el aumento proyectado, de pagarles más a los maestros camperos, —el 10% de aumento salarial— creo que aún se les queda a deber. Pero ya es un comienzo, el de volver la vista a las zonas marginadas y a las de alta marginación.
Sólo un maestro con una auténtica vocación y entrega es capaz de afrontar un sinnúmero de retos aunado a la labor desempeñada en las zonas alejadas de los centros urbanos, sin considerar los peligros que afrontan en el camino para llegar a sus centros de trabajo: asalto a mano armada, robos, amenazas o las inclemencias del tiempo o un estómago vacío.
«— ¡Arriba las manos, dijo la voz! — ¡No se resista o le irá mal!
Debo aclarar que me apasiona la fotografía y, de formación periodística, jamás me despegaba de mi cámara fotográfica. Todo el equipo constituía mi fortuna. El arma que me apuntaba no sabía de pasiones. Pensé correr montaña arriba, en terreno desconocido. El suelo estaba resbaladizo por las condiciones del clima, recién acababa de llover y era imposible dar un paso sin el peligro de caer.
«— Es el maestro. —Alcancé a escuchar.
«— ¿A dónde va? —preguntó el de la voz.
— Vaya con cuidado. Siga por la carretera porque ha llovido y el río aún sigue crecido. No podrá atravesarlo. —Sus alumnos lo esperan.
Se corrió la voz por la montaña —siempre tiene ojos y oídos abiertos— que intentaron robarle al maestro. De los asaltantes ya no supe más. Lo que se dijo después fue que jamás se atreverían a robarle a un maestro porque es el segundo padre de los hijos de la montaña.
Lo anterior fue hace más de 20 años. Eran otros tiempos.
En otro tema: será necesario reconstruir en el ideario y santoral un nuevo responso. Pasar del ora pro nobis al perdona nuestros impuestos así como ellos perdonaron a los suyos. De tal manera, que amigos y allegados puedan usufructuar el erario público, hacerse de él y, en este país, no pasa nada.
Y es que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público jamás perdonará al pequeño y mediano contribuyente. Casos de los que tuve conocimiento cuando la Hacienda Pública embargó a todo el negocio porque el contador no declaró los impuestos a tiempo. Quedaron, literalmente en la calle.
Concluyo. A los menos agraciados por el poder jamás sabrán de condonaciones, exenciones o devoluciones de impuestos porque simplemente ellos no estarán en posibilidades de que se les otorgue el perdón o la absolución fiscal, situados lejos de las esferas del poder.
¿Los tiempos siguen siendo igual a los de ayer? “A mis amigos, todo. A mis enemigos, la ley”.
¿Será?