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Transiciones || Víctor Alejandro Espinoza

by Alberto Gómez C.

Dos proyectos 

                                                                               

Resulta evidente que la llegada de un nuevo gobierno como el encabezado por Andrés Manuel López Obrador el 1 de diciembre de 2018 inaugura una nueva etapa en la vida pública mexicana. Se nos ha prometido una profunda transformación del régimen político cuya base de soporte sería un nuevo modelo económico, que vendría a sustituir al modelo neoliberal que se instrumentó durante las últimas tres décadas. Esa transformación sería la cuarta en la historia de México, precedida por la Independencia, la Reforma y la Revolución. No se trata, dice AMLO, de un simple cambio de gobierno, sino de una reforma estructural de la vida nacional.

            Llama la atención que durante los sexenios “neoliberales” de Carlos Salinas de Gortari a Enrique Peña Nieto, los llamados “intelectuales” donde incluyo a escritores y analistas, jugaron un papel importante en el que sus críticas a los gobiernos eran moderadas y “constructivas”, en el sentido de proponer soluciones que atemperaban los efectos del cambio de modelo económico. Salvo excepciones, no había cuestionamientos profundos hacia el presidencialismo como forma de gobierno. Desde su punto de vista los mexicanos éramos presidencialistas “por naturaleza” (Héctor Aguilar Camín y Jorge G. Castañeda, dixit).

            Durante los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón, los intelectuales vivieron su luna de miel. Años después me queda claro que los proyectos de país que encabezaron los mandatarios panistas eran los más afines a los de nuestros aguerridos analistas de hoy. Incluso el triunfo en las urnas de Vicente Fox en el año 2000 fue festejado como la llegada de la democracia a nuestro país. Fox, decían, venía de la “sociedad civil” (el concepto preferido) y por ende representaba la mejor opción democrática.

            Bajo el gobierno de Enrique Peña Nieto, algunos de ellos lucraron con su crítica al gobierno. El famoso “chayote” era parte de una estrategia de enfrentamiento para recibir recursos. El golpeteo derivaba en una negociación y transferencia de recursos, con lo cual la relación “se aceitaba” y cesaban las críticas. Otros más, nunca dejaron de criticar lo que pasaba en el país pues les generaba un aura de independencia y contratos para dar conferencias muy bien pagadas por organizaciones empresariales del país.

            Bajo el gobierno de López Obrador una parte de los intelectuales y analistas mejor conocidos como la “comentocracia” han emprendido una guerra mediática sin precedentes contra el presidente y su proyecto. Hay quien sostiene que ello se debe a que dejaron de recibir cuantiosos recursos desde el gobierno y es su forma de reaccionar. Sin dejar de lado esta hipótesis, considero que han desaparecido los “filtros” que los alineaban tanto con administraciones priistas como panistas. Es decir, en el fondo reivindican un proyecto de corte neoliberal y creen que no hay otra opción más que un modelo centrado en la libre empresa y en la apropiación de las ganancias por la iniciativa privada.

            Anteriormente la comentocracia convivía con políticos que defendían un proyecto distinto de país pues compartían su crítica a la clase política priista o panista. Hoy, frente a un gobierno que no reivindica el modelo neoliberal, las coincidencias han terminado y se muestran desnudos en su ideología de derecha. El caso más ilustrativo sería el de Leo Zuckermann, quien podía llegar a hacer bloque analítico con intelectuales de izquierda cuando criticaban al gobierno de Peña Nieto. Zuckermann se muestra con toda transparencia como el representante ideológico de la derecha.

            Hoy se enfrentan a nivel político dos proyectos de país. Uno que recién ha llegado al poder y que ideológicamente puede ser caracterizado como el de la izquierda nacionalista que pone en el centro el Estado social. Otro, que sostiene que no hay otra vía más que la del mercado y de su “mano invisible” y que el gobierno debe estar al servicio de la iniciativa privada. La apuesta del primero es por generar bienestar a los pobres y excluidos del sistema. El segundo busca que las élites sigan siendo las beneficiarias. Esos dos proyectos se muestran con claridad en las redes sociales.  Los detractores de AMLO van perdiendo en la aceptación popular, de ahí su virulencia y ferviente deseo que a este gobierno le vaya mal y termine antes de seis años. Miopía y estrabismo le llaman también.

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