Cuando realizaba estudios de posgrado en la UNAM, en uno de los seminarios que impartía mi inolvidable profesor José Mara Pérez Gay, asistía un alumno al que pronto le comenzamos a llamar “El Mamucas”. Pérez Gay, especialista en Filosofía Política formado en Alemania, era una verdadera enciclopedia y un gran profesor frente a grupo.
Sus clases eran portentosas y todos los alumnos las grabábamos para que no se perdiera la palabra de este gran mexicano universal. Pues bien, “El Mamucas” preparaba entre clase y clase sus preguntas y una intervención siempre tratando de poner en jaque al profesor.
Nunca lo lograba, Pérez Gay terminaba dándonos lecciones y al protagonista una buena repasada a pesar de lo complicado de sus cuestionamientos.
La semana pasada, el viernes 12 de abril, el periodista de la cadena norteamericana, Univisión, Jorge Ramos aprovechó la deferencia de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) al asistir a la conferencia de prensa “mañanera”.
Mediante una muy bien preparada participación, primeramente dio las gracias por la “intervención” de AMLO para ser “liberado” por Nicolás Maduro y posteriormente cuestionó las cifras sobre homicidios en los primeros meses del nuevo gobierno.
AMLO no solo le respetó sus denuncias, sobre todo respecto al gobierno de Maduro, sino que lo invitó a subir al estrado y discutir sus cifras.
Es claro que a Jorge Ramos le gusta el protagonismo y le encanta hacerse la víctima de los “gobiernos autoritarios”, con tal de lograrlo es capaz de provocar a los presidentes para que le respondan. Un estilo peculiar de entender el quehacer periodístico.
El problema es que su protagonismo deja atrás el contenido de su trabajo o mejor dicho, en su afán de convertirse él mismo en la noticia, no le importa denostar, tergiversar la información o inventarla. No lo digo por el número de homicidios en México, sino por lo que hizo en el caso de Venezuela.
Los adversarios y sobre todo enemigos de AMLO, rápidamente lo convirtieron en el paladín de la justicia y de la libertad de expresión. Y lo hicieron víctima a partir de las reacciones de los seguidores del presidente en las redes sociales.
Todo a nombre de la democracia y el “autoritarismo” de AMLO. Jorge Ramos fue exhibido como lo que es y gracias a la comunicación horizontal ciudadana fue muy difícil que pasara desapercibido su propósito de convertirse en “la noticia”, además de los intereses comerciales a los que responde. Detrás de su “actuación” ese viernes 12, quedó al descubierto el patrocinio del diario Reforma.
Hace unos meses era impensable un espectáculo mediático como el que montó Ramos. En primer lugar, el “estilo personal de gobernar” permite esta apertura con los medios de comunicación. Durante los últimos tres sexenios, las conferencias de prensa prácticamente pueden contarse con los dedos de una mano.
AMLO lleva a cabo 5 por semana, a las que asisten todo tipo de medios y periodistas. Si analizamos las preguntas que se le hacen no hay límites, ni se puede decir que se coarta la libertad de expresión.
Jorge Ramos ha dicho que los periodistas deben estar en contra del gobierno o gobiernos. De ahí su afán por confrontarlos aunque sea manipulando la realidad o con actitudes pedantes y altaneras y con total falta de respeto hacia la investidura. Claro, sabe bien a quien hacerlo: Trump, Maduro, Evo Morales, AMLO.
Desde luego nunca a dictadores como Kim Jong-un de Corea del Norte. Lo que busca Ramos son reflectores, nunca decir o investigar la realidad. Si así fuera, guardaría distancia con la noticia y con las preguntas y actitudes hacia sus entrevistados.
El show mediático de Jorge Ramos ha servido para evidenciar al mal periodismo. Desde luego que se debe criticar al gobierno en turno; pero hay que hacerlo desde una actitud profesional.
No se vale querer convertirse en el protagonista. El reconocimiento viene por añadidura. Primero es la objetividad y luego el personaje.
Cuando veía la actuación de Ramos me vino a la memoria mi compañero de la UNAM, “El Mamucas”. Así nada más, fue un regreso al pasado. Flashback, dirían.